sábado, 23 de octubre de 2010

Matándola con el pecho...

Clásico barrial. Clásico entre los clásicos. Entre cardos y espinas, asemejándose a la selva, se juega el partido más importante del año, tal vez más que un boca river, quizás como la final de una copa del mundo. Se enfrentan el tricolor, Obras Sanitarias, y el verde y negro Brown. Las líneas quemadas por el gasoil de su pintura y el alambre que se viene abajo del óxido y de las madres que ansiosas palpitan, con la canasta de mimbre y la taza de loza, lo que puede deparar el destino en tan solo noventa minutos.
Un arbitro amateur al cual recaen las responsabilidades de impartir justicia. Los técnicos de ambos conjuntos jugándose su continuidad.
Todo es extraño. Solo se escucha el paso de los camiones por la ruta ocho y un murmullo cortante que hace poner la piel de gallina a los que están trepados al tapial. Los papelitos no abundan. Los bombos suenan por lo bajo.
El sol se esconde detrás de los silos de la vía, mientras que la noche se adueña del partido y la luna es un fiel reflejo de la pelota, que poco a poco se va desprendiendo de sus gajos. Porque todos somos de la escuela del “bocha”, con la fantasía al hombro y la estrategia fría, de matarla con el pecho y no colgarla de la segunda bandeja.
Tal vez algunas personas critiquemos el fútbol que tenemos hoy en día, quizás tengamos una hipótesis al respecto; pero negar que el fútbol despierta pasión de multitudes y no asimilar que cuando rueda la pelota esos pensamientos se hacen trizas, es no ver la realidad. No hay peor ciego que el que no quiere ver.

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