miércoles, 20 de octubre de 2010

Mas allá del invento...

Partido empatado. Último minuto de juego y el pitido del juez dejó perpleja a la tribuna visitante. Ese invento "localista" hizo enfurecer a la popular que rejuntada en aquel codo explotaba bajo la llovizna intensa.
Penal que implicaba un campeonato. El arco parecía diminuto y el shoteador, con la diez en la espalda, sabia que tenía que aprovechar el invento arbitral. El arquero transpiraba y esas gotas de sudor se fusionaban con las de lluvia.
La confusión se apoderó del enganche aunque su mirada se podría tildar de desafiante. Trató de ubicar la pelota en el punto del penal, pero el aguacero se había adueñado del campo de juego.
Uno contra uno. La victoria o el fracaso. El amor o el odio; todo eso se jugaba en, quizás, uno o dos minutos.
El tiempo en el reloj ya no importaba, el silencio era violento.
Si empataban, aquel puñado que viajó algunos kilómetros estallaría de felicidad hasta quien sabe cuando. Su formación fue criticada por defensiva pero mucho no importaba, total en este fútbol actual solo interesan los resultados, decía su entrenador. Ellos los venían obteniendo.
La hora de la verdad llegó, ya nada importaba, solo la pelota.
El arquero marcó el palo y el poeta del gol aceptó el desafío. Con clase, la picó como si estuviera dándole una caricia. El romance estaba en pie. Del otro lado, la caprichosa, recibió una cachetada y ella en forma de venganza sacude el agua de la red. Sí, venganza, porque la redonda defiende a los que la tratan bien. Si fue inventado o no, es cosa que queda para los periodistas. Los artistas del fútbol nos deleitamos con relatos que manifiestan la victoria del lírico por sobre el rústico.

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